El mandala evoca nuestra memoria con el mundo. Constituye un increíble abecé a la inducción y crea un cabida de dicción repertorio. Colorear favorece la aglomeración, la respiración armónica y evita el atajo de pensamientos que nos asaltan. Estos 100 mandalas se inspiran en la raigambre tibetana e hinduista, aunque proponen figuras originales, más libres.
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