Mandalas tibetanos

Mandalas tibetanos

Los mandalas tibetanos o mandalas de arena son tradiciones budistas tibetanas que simboliza la transición natural de las cosas. Khil-Khor es la palabra utilizada por los montes tibetanos para denominar a los mandalas y que en ocasiones también es definido como «círculo sagrado».

Mandalas de arena

Los mandalas tibetanos son símbolos mágicos realizados con arena. Una tradición muy antigua utilizada por los monjes tibetanos.

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Polvos de colores para realizar los mandalas Tibetanos

La construcción del mandala se realiza en el transcurso de 30 días. Se utilizan polvos de granos de arena de distintas piedras de colores, como el rubí para el rojo, la esmeralda para el color verde. Cuando no existe piedras con colores determinado se utilizan distintos colorantes. Chang-bu es el cono de cobre que se utiliza para deslizar los polvos de arena coloreados y realizar las distintas formas del mandala. Esta técnica se realiza frotando el cono suavemente para que salga la arena con más precisión.

La construcción del mandala

La construcción de mandalas tibetanos se realiza bajo una superficie de madera. Antes de comenzar se realiza una pequeña ceremonia para consagrar el lugar y se pide permiso a los espíritus para que no obstaculicen el trabajo. A continuación se empieza a deslizar la arena desde el interior al exterior.

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Momento de creación del mandala Tibetano incorporando el polvo con el Chang-bu

Practicar el desapego con los mandalas tibetanos

Al final de la construcción de los mandalas tibetanos se realiza una consagración donde se invoca al Buda para que permanezca es ese lugar. Se agradece a los espíritus locales el haber facilitado la creación del mandala. Se dedica los méritos acumulados de la creación del mandala a la sanación del planeta y sus habitantes.

Cuando han finalizado de realizar la composición del mandala, la arena se va recogiendo de fuera hacia adentro. Esta acción representa cómo al morir regresamos de nuevo a la fuente primordial en el centro de nuestro corazón. Este gesto de retirar y deshacer el mandala ayuda a practicar el desapego y a “no codiciar el resultado de sus actos”. Esta acción tiene dos propósitos fundamentales; el primero es demostrar demostrar que todo tarde o temprano termina, y el segundo propósito es querer beneficiar a los demás repartiendo parte de la arena entre quienes han presenciado la ceremonia. El resto de arena se deposita en un río con la intención de purificar el entorno y sus habitantes.